Para todos aquellos que han enfrentado la p rdida de una mascota y no saben c mo lidiar con el dolor del duelo. Para quienes aman a los animales como los amo yo -seres vivos que sienten y padecen como nosotros, pero que adem s poseen cientos de virtudes que podr an ense arnos-, ha llegado el momento de mirar distinto.
Es hora de que los tratemos como nuestros iguales.
Es hora de comprender que ellos tienen una misi n, y que son ellos quienes nos eligen a nosotros, y no al contrario.
Es hora de aceptar que todo sigue un plan perfecto: una misi n, una sincron a, un ciclo.
Miremos la vida a trav s de los ojos de una mascota. Entonces todo, absolutamente todo, tendr sentido.
Milo es un cachorro de Jack Russell Terrier muy especial. Vive en un lugar nico, c lido y lleno de luz, junto a sus hermanitos: Bomb n, Bamb y Bambi. All , entre juegos y correteos infinitos, todos esperan con alegr a que se les asigne una misi n: su prop sito de vida en la Tierra, al lado de un humano que los adopte y con quien compartir su destino.
Pero esta vez, Milo decidir por s mismo con qui n desea irse.
Guiado por la sincronicidad -ese misterioso lenguaje del universo-, encontrar el camino hacia l: un humano que ha perdido la alegr a, que camina por la vida con el alma hecha jirones. A ese humano, Milo ir a devolverle la luz.
Juntos vivir n aventuras, superar n momentos dif ciles, reir n hasta el cansancio y se abrazar n en los silencios. Nunca les faltar el cari o ni la compa a, porque el amor verdadero no entiende de especies ni necesita palabras.
Pero el tiempo, en la dimensi n de la Tierra, no es el mismo. Avanza sin tregua, sin contemplaciones. Milo, como todos, deber enfrentar el final de su ciclo. Ser la etapa m s dif cil de todas. Aquella en la que los cuerpos se despiden... pero el amor, no.
Y ser entonces cuando comprenda -cuando ambos comprendan- que el amor es una esencia inmortal. Que va m s all de la raz n, m s all del dolor, m s all de la ausencia f sica.
Porque cuando el prop sito est cumplido, lo nico que queda... es el alma.
Y las almas que se han amado, nunca se sueltan del todo.