Al terminar la Guerra de Independencia de Venezuela y tras la muerte del Libertador Sim n Bol var en 1830, el pa s qued sumido en una gran pobreza, ya que los campesinos hab an abandonado sus tierras para participar en las batallas. Pero en todo el siglo XIX el pa s no tuvo un d a de paz, a pesar de que hab an ganado la guerra contra Espa a.
Mientras los venezolanos continuaban peleando entre ellos, algunos habitantes de la Isla de C rcega, en el Mar Mediterr neo, decidieron dejar Europa para buscar mejor fortuna en Am rica.
Esta es la historia de los corsos que llegaron a la pen nsula de Paria en el oriente de Venezuela a cultivar cacao, caf e ndigo en las tierras abandonadas por sus due os. Tres generaciones de descendientes de los corsos hicieron grandes fortunas plantando y comercializando cacao desde el Puerto de Car pano.
Esos inmigrantes se quedaron para siempre en Venezuela y establecieron grandes y lucrativas casas comerciales, habilitaron un puerto donde los barcos extranjeros no pod an atracar, construyeron acueductos, el tranv a y el cable submarino para comunicarse con Le Havre, Francia. Tambi n le dedicaron tiempo a las artes y formaron el C rculo Franc s para disfrutar de artistas extranjeros que tra an de Europa.
En medio de todas estas actividades, se enamoraron y casaron con mujeres criollas, tuvieron hijos con las mulatas, se involucraron en pol tica, y participaron en las guerras interminables.
Legaron a sus hijos la pasi n por el Cabo Corso.
Esta no es una novela hist rica, aunque se ajusta fielmente a hechos pasados ocurridos en Venezuela durante el siglo XIX. Decid narrar, como ficci n, todas las historias de amor, guerra y abundancia que me contaron mis antepasados corsos. Todo se basa en hechos reales que sucedieron en esta Tierra de Gracia hasta adonde lleg Crist bal Col n.