Lo tienes en tu sangre. Lo sientes en el interior de tus pulmones. Est infectando tu coraz n, y pronto llegar a tu cerebro. La sangre azul es el primer s ntoma. El nico paliativo consiste en recurrir a las constantes transfusiones de sangre roja. Eso no te salvar , pero te conceder unos meses adicionales. Dayana lo sabe muy bien, y ha decidido hacer lo que sea necesario para obtener la preciada sangre roja. Los peores monstruos son los humanos. En un mundo en ruinas, aquellos dispuestos a convertirse en monstruos ser n los primeros en sobrevivir. - Qu sucede? -indag , al ver a la ni a desplomada sobre la sucia nieve-. Estamos a una hora de camino. Ya falta poco. Dayana fingi otra sonrisa para tranquilizar a la peque a Milena. Las dudas se reflejaron en el rostro pecoso de la ni a. Ella sab a que algo andaba mal, pero tambi n entend a que ya era tarde para volver. -No vas a lastimarnos, verdad? -Pens que ramos amigas. -Dayana se esforz , a pesar de sentir que su sonrisa era cada vez m s falsa-. Intentaste robar mi comida, lo recuerdas? -Lo lamento. -No tienes que lamentarlo -sonri - ahora somos amigas, no tendr s que robar nunca m s. En la estaci n te dar n toda la comida que quieras. - Y qu hay de los monstruos de sangre azul? - Ves a alguno de esos monstruos por aqu ? -Mi abuelo sol a contarme que ellos... -titube , antes de desviar la mirada-. En el refugio nos dijeron que ellos fingen ser personas normales. - Piensas que soy uno de ellos? -Dayana se acuclill a su lado, para despu s acariciarle la mejilla. - Lo eres? -Claro que no -minti - dime, si fuera un monstruo, habr a accedido a llevarte a ti y a tus amigos a mi hogar? Dayana se mantuvo a su lado. La joven Milena no ten a forma de ver la jeringa que su acompa ante manten a en el bolsillo trasero de su traje de protecci n. La ni a pecosa, de cabello esponjoso y rizado, no ten a forma de saber que la estudiaban en ese preciso instante. No ten a forma de comprender que un peligroso depredador analizaba cada gesto en su rostro, prepar ndose para tomar una decisi n definitiva en los pr ximos segundos. La recolectora acarici con delicadeza el cuello de la ni a, y con la mano libre aferr la jeringuilla llena de una sustancia anest sica. Si la ni a trataba de correr no tendr a m s opci n que sedarla por la fuerza. -Disc lpame -dijo la ni a- todos esos a os en el refugio, escuchando esas horribles historias, me llevaron a volverme un poco desconfiada. -Ya no tienes que preocuparte de nada -minti Dayana- hay cosas malas aqu afuera, fue una suerte que nos encontr ramos antes de que sucediera algo malo. -Los monstruos de sangre azul -coment la ni a, mientras se incorporaba- esas cosas que dicen de ellos, son ciertas? -Hay cosas malas aqu afuera. En un d a especialmente malo, hasta la lluvia podr a convertirse en un peligroso enemigo -destac la recolectora-, pero esos monstruos de los que hablas est n muy lejos de aqu . -Pero es cierto que les drenan la sangre a las personas? -insisti Milena-. Y eso que dicen acerca de que lucen como personas normales, tambi n es cierto? -La gente inventa muchas cosas. Milena le dedic una ltima sonrisa antes de reanudar la marcha. Dayana la observ sin perder ese despiadado instinto de autopreservaci n. Tard unos segundos en notar el l quido tibio que se derramaba por su mano. Se retir los guantes con mucho cuidado y observ la fea cortada que atravesaba la palma de su mano. Se hab a cortado con la jeringuilla sin notarlo. La sangre azul y enferma no dejaba de fluir. Se vend la herida lo m s r pido que pudo. La ni a no pod a verla sangrando. Eso la asustar a, y si tomaba una decisi n tonta, como correr, no le quedar a m s opci n que recurrir a la violencia. Milena era una ni a alta para su edad, pero Dayana se sent a se
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