Est en la sala familiar, sombr a, y entre nosotros, el querido hermano que en el sue o infantil de un claro d a vimos partir hacia un pa s lejano. Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mech n sobre la angosta frente; y la fr a inquietud de sus miradas revela un alma casi toda ausente. Desh janse las copas oto ales del parque mustio y viejo. La tarde, tras los h medos cristales, se pinta, y en el fondo del espejo. El rostro del hermano se ilumina...