Desde el primer puente del buque contemplaba F lix la lenta ascensi n de la luna, luna enorme, ancha y encendida como el llameante ruedo de un horno. Y miraba con tan devoto recogimiento, que todo lo sent a en un santo remanso de silencio, todo quietecito y maravillado mientras emerg a y se alzaba la roja luna. Y cuando ya estuvo alta, dorada, sola en el azul, y en las aguas temblaba gozosamente limpio, nuevo, el oro de su lumbre, aspir F lix fragancia de mujer en la inmensidad, y luego le distrajo un fino rebullicio de risas. Volvi se, y sus ojos recibieron la mirada de dos gentiles viajeras cuyos tules blancos, lev simos, aleteaban sobre el p lido cielo. Se saludaron, y pronto mantuvieron muy gustoso coloquio, porque la llaneza de F lix rechazaba el enfado o cortedad que suele haber en toda primera pl tica de gente desconocida. Cuando se dijeron que iban al mismo punto, Almina, y que en esta misma ciudad moraban, admir se de no conocerlas, siendo ellas damas de tan grande opulencia y distinci n. Es verdad que l era hombre distra do, retirado de cortesan as y toda vida comunicativa y elegante. -Tampoco nosotras -le repuso la que parec a m s autorizada por edad, siendo entrambas de peregrina hermosura- sabemos de visitas ni de paseos. Yo nunca salgo, y mi hija s lo algunas veces con su padre. Y entonces nombr a su esposo: Lambeth, un naviero ingl s, hombre rico, enjuto de palabra y de carne, rasurado y alt simo. F lix lo record f cilmente.
ThriftBooks sells millions of used books at the lowest everyday prices. We personally assess every book's quality and offer rare, out-of-print treasures. We deliver the joy of reading in recyclable packaging with free standard shipping on US orders over $15. ThriftBooks.com. Read more. Spend less.