Cada ma ana, entre el humo y el olor a aceite del barrio obrero, la sirena de la f brica mug a y temblaba. Y de las casuchas grises sal an apresuradamente, como cucarachas asustadas, gentes hoscas, con el cansancio todav a en los m sculos. En el aire fr o del amanecer, iban por las callejuelas sin pavimentar hacia la alta jaula de piedra que, serena e indiferente, los esperaba con sus innumerables ojos, cuadrados y viscosos. Se o a el chapoteo de...