Asistes, lector, a una derrota de la muerte en el ex tico Jard n de estas p ginas. Esta derrota solo es posible en el ejercicio desgarrador de la ternura, en los afectos que la hecatombe del polvo no puede destruir. Por tanto, te aventuras, lector, a la fiereza silvestre de la vida, al pulso secreto de palpitares que no cesan, a la revelaci n de tu dolor m s ntimo y callado.
Iraida Ginarte destruye aqu los lugares comunes de la lamentaci n y funda un orden secreto de alegr as extra amente cimentadas en la aridez de la p rdida. Aqu est n su padre y su infancia, transfigur ndose en aleteos de p jaros o en buganvillas que enamoran al viento. La muerte siempre perdona a quienes comprenden sosegadamente su oscuro esplendor. La luz siempre regresa, lector, cierra los ojos y ver s su delicado incendio.
Evelio Traba.
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