Los limoneros de hojas exuberantes son tan comunes como las piscinas en los patios traseros de California, donde nos mudamos cuando yo ten a nueve a os. A lo largo del a o, el aire est perfumado con su aroma, especialmente el del lim n Meyer de piel fina, amarillo cal ndula. Tambi n hay limones Eureka y Lisboa de piel rugosa, en forma de huevo, en tonos de amarillo p lido y verde. Pero su apariencia soleada desmiente lo que hay dentro: una fruta casi imposible de comer, como dice la canci n de Pedro, Pablo y Mar a: "El limonero, muy bonito, y la flor del lim n es dulce, pero el fruto del pobre lim n es imposible de comer. ."
La acidez sin disculpas de un lim n, lo suficientemente aguda como para crear un t nel de panal de abeja desde un extremo de mi palo de menta hasta el otro, imparte una frescura intensa tan vital para obtener un buen sabor de su cocina como la sal. Un chorro de jugo de lim n alegra los platos salados y le da un toque inconfundible a los postres.
La ralladura de lim n agrega un toque de sabor a lim n a todo, desde ricos oquis de queso de cabra y risotto cremoso hasta waffles de harina de ma z y amadas barras de lim n.
Los limones enteros, en conserva, en escabeche, en pur , salados, se convierten en deliciosos condimentos, su acidez atenuada por los sabores igualmente audaces del Medio Oriente y el sudeste asi tico.
Tiras de c scara de lim n adornan los c cteles e infunden el contenido de las ollas a fuego lento con una potente esencia de lim n. Aunque me comprometo a cocinar principalmente con ingredientes que crecen cerca y est n en temporada,