Olvidamos el prodigio de estar vivos con demasiada frecuencia, siempre arrastrados por la rutina diaria. Pero cuando menos se espera, unos ojos, una mirada... nos zarandea como a un mu eco de trapo. Son tres segundos en la inmensidad del tiempo. Es apenas una chispa, pero es la chispa justa y adecuada que hace prender un bosque. Pero no fue en un bosque donde prendi la chispa a Heracles, sino en Sevilla. Sevilla tuvo que ser, como canta...