Los Alarc n Rojas nacieron en las laderas del p ramo, del cual dec an que era el m s grande del mundo. All se criaron, se conocieron, se amaron, trabajaron la tierra, sus hijos y aventuras tuvieron, frutos le sacaron al campo, fortuna hicieron y a su manera felices fueron... hasta cuando envejecieron. Entonces, sus herederos, dizque para mejorarles la calidad de vida, o eso dijeron para evitarse el cuido y gastos extras que ninguno quer a asumir, a un caser n en las afueras de la gran ciudad los llevaron. Manchas lleg tras morir el mayor de sus hijos: Le nidas. Aquel amigo amoroso y peludo, aparecido de la nada, vendr a a ser, no solo el depositario de las historias guardadas de cada uno de los viejos, sobre todo las de Tob as, tambi n, su custodio fiel hasta cuando estos para el otro toldo partieron. Para entonces, el expresidente Uribia Morales precio le ten a a su cabeza por todo lo que en los ambidiestros medios se dec a que de l y de la historia patria escondida el minino sab a, seg n lo que el nonagenario en las entrevistas cont , despu s del frustrado robo al caser n que, al parecer, su esposa y casi tullida octogenaria con un bate de goma evit y a unos malandros a golpes moli . Fue lo que apareci en los encaminados diarios. Al quedarse solo en el caser n, como Tob as le recomend antes de morir, Manchas desapareci minutos antes de la llegada de los guardias que envi el innombrable expresidente para darlo de baja. Regres a sus or genes donde la premonici n paramuna en leyenda lo convirti , a la saz n de los versos de Predestinaci n.
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