LA gran campana del monasterio de Belmonte dejaba oir sus sonoros ta idos por todo el valle y aun m s all de la obscura l nea formada por los bosques. Los le adores y carboneros que trabajaban por la parte de Vernel y los pescadores del r o Lande, suspend an moment neamente sus tareas para dirigirse interrogadoras miradas; pues aunque el sonido de las campanas de la abad a era tan familiar y conocido por aquellos contornos como el canto de las alondras...