Hab a sonado la una de la ma ana en el reloj de la Intendencia, y parec a ya, por lo tranquilo de aquella noche, que nada ven tiria a perturbar el reposado sue o en que los laboriosos habitantes de la metr poli comercial del Pac fico descansaban de las rudas tareas del d a Oy se de pronto el tradicional pitio de un policial al que sucede el ta ido de la campanas que en todos los cuarteles de la ciudad llaman al abnegado bombero al cumplimiento de...