Una explosi n de risas lejanas lo hizo reaccionar y tras salir de su habitaci n y caminar unos pasos, se top con la muchedumbre de "El Para so del Buf n". Don Lucas volte hacia todos lados como queriendo acomodar sus ojos a la penumbra y de aquella opacidad emergi en su halo de libertina la madame Fouch , su risa no daba lugar a dudas, era la casquivana de siempre, la puta de sus amores."El Para so del buf n" nombre con que se conoci el cabaret m s famoso de Tampico en los ltimos a os del siglo XVIII. Es la historia de la hermosa italiana Francesca Tarnovo, de 26 a os, y su hijo Jos Bardasano Tarnovo, de 10, quienes con el prop sito de trabajar como campesinos, emigran a M xico seg n acuerdo entre gobiernos y forman parte de 1,600 italianos que el 26 de enero de 1882 salen de G nova abordo de un buque de vapor llamado Messico, llegan a Veracruz el 25 de Febrero y de ah se trasladan por tren a Orizaba, donde se dividen en tres grupos: piamonteses, v netos y trentinos, mismos que se enviaron a la colonia Porfirio D az, en el estado de Morelos; Chipilo, en el estado de Puebla y Ojo de Le n, en Valle del Ma z, S.L.P. En este ltimo grupo de 410 personas, compuesto por 100 familias, se encuentran Francesca y Jos , que al fracasar en su intento seis a os despu s, se trasladan a Tampico, que era un gran polo de desarrollo por la creciente explotaci n petrolera que atra a a trabajadores, t cnicos, pol ticos, revolucionarios, empresarios y aventureros. Francesca consigue rentar un edificio vetusto y carcomido de dos plantas, que tiempo atr s fue restaurante, giro que ella retoma y dedica todo su empe o para convertirlo en un establecimiento exitoso. Ella se casa y el mando del negocio lo delega en su marido, quien influenciado por un oscuro sujeto llamado ngel Baroja, lo convierte en cabaret y en lo que ser a el m s famoso de los casinos del puerto "El Para so del Buf n", inspirado en las delirantes noches babil nicas de Par s. Para entonces, don ngel se hab a convertido en un personaje afamado entre la clase pol tica representada por el porfirismo local. Este sector lo se alaba como un infalible componedor de conflictos inducidos por eventuales insurrectos. Para aquel hombre, los m todos para acallar revueltas eran tan simples como triangular acciones y cortar por lo sano. De tal manera, que los reclamos vociferados, al otro d a amanec an como un recuerdo, sin el soporte de sus actores. As de sencillo era y as sonaba el accionar de don ngel Baroja, la parte oscura de su astuta habilidad.
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