A ciento ochenta millones de kil metros de Beta del Centauro, y a cuarenta y medio a os luz del sistema Solar, las primeras expediciones de cosmonautas terrestres descubrieron un maravilloso mundo azul, blanco y verde, semejante a la Tierra en su per odo pleistoc nico y habitado por tribus semisalvajes y primitivas que viv an a orillas de grandes lagos, en toscas de ramajes, techos inclinados, de un material parecido a la pizarra, y se alimentaban de la caza, la pesca y de frutos que les proporcionaban los rboles. La primera expedici n estableci contacto con la tribu de los ulmos, seres antropoides inteligentes, muy semejantes a algunas tribus indias, ya desaparecidas, de Am rica, y que viv an en un r gimen de perfecta anarqu a. A los expedicionarios terrestres les extra que no tuviesen un jefe o patriarca para dirigirlos. En el resto de aquel mundo ex tico, las otras tribus que conocieron despu s se reg an por el mismo sistema an rquico. Pronto supieron, sin embargo, que tal anarqu a era s lo aparente. La tradici n era su nica forma de gobierno. Obedec an unas leyes no escritas, que se transmit an de padres a hijos.