Uno no lee una novela para aprender a atarse los cordones de sus zapatos, ni para aprender a no pisar las rayas que separan las baldosas de las aceras. No aprende a beberse al agua antes de que en el vaso se derritan los cubitos de hielo quien lee una novela. De hecho, si uno no lee una novela para ver las mismas cosas que suceden en este mundo como nunca antes las ha visto, es muy probable que aquello que lee no sea una novela. Aunque claro, siempre cabe la posibilidad de que el lector sea alguien verdaderamente talentoso, capaz de leer con ojos f rtiles un texto hecho para desaparecer una vez le do...
El arte de meter la pata no es para principiantes. Un amateur se reconoce por la manera en que se aventura primero a rozar el vac o con la punta del pie, como quien prueba el agua de una piscina. El verdadero profesional, sin embargo, es aquel que no para mientes en calcular consecuencias, ni costes, ni implicaciones, y se lanza con todo y ropa o desnudo como su madre lo pari hasta el mismo fondo del atolladero. Y as , a partir del momento en que el Despellejado se trag aquel primer cuento de Coc , todas las noches ser a ella la que se lo tragar a a l, a la hora y en el estado en que quisiese atragant rselo: cenado, dormido, hambriento, despierto, bebido, fumado, de pie o acostado, en blanco y negro o a todo color.El Despellejado. de Manuel Garc a Cartagena, es uno de los principales exponentes de la novela fant stica en la narrativa dominicana contempor nea. La hilarante mezcla de ingredientes que la componen (autoficci n, historia-ficci n, pol tica-ficci n) lo convierten en un relato en el que pr cticamente cualquier cosa puede suceder.