Book Excerpt: ...stros y se dieron un beso. Pl cido se crey por breves instantes transportado al para so; pero la realidad m s cruel hubo de mostrarle en seguida que estaba en la dura y spera tierra. Una lluvia de infamantes latigazos cay sobre sus espaldas. D. Fruela le hab a sorprendido, le castigaba y le afrentaba furioso. La jaur a de sus podencos y lebreles y sus monteros se acercaban ya. Afrentado el mozo, aunque en edad tan tierna, no reflexion...