Anti-pr logo de "Aquellos ojos verdes"Para editar, dise ar y publicar Aquellos ojos verdes, de Jos Luis River n Rodr guez, consum una semana completa, de ella emple cinco d as en escribir el anti-pr logo. Y lo publico formando parte de esta novela, despu s de situarme durante varias madrugadas, como autor de segundo grado, siguiendo las instrucciones de un amigo, sobre c mo escribir un pr logo. Y eludir, a la vez -por supuesto-, el juego del imaginario amigo, para crear un espacio ambiguo, dedicado al lector. Que es quien debe desempe ar un papel decisivo en el acto individual de la lectura, por lo tanto, esto es un pacto de tres: mi imaginario amigo, ustedes que leer n la historia y yo el escritor del anti-pr logo. El riesgo es bien grande, porque no deseo responder a la pregunta de si vale la pena leer esta nueva entrega de Jos Luis River n Rodr guez. Y les pido disculpas si mis palabras generan ambig edad, al moverme entre la denegaci n y las afirmaciones que la obra en si presenta. De ello es responsable mi corta visi n para establecer definiciones sobre la historia y la ficci n, centro del m s importante debate de nuestra poca, en lo filos fico, cient fico y literario. En especial, para aclarar si dos de los principales protagonistas de esta novela, Dios y el diablo, son reales, o frutos de la imaginaci n de un autor. Cuyo nombre se ha perdido en los pliegues del tiempo y las movidas arenas de cientos de civilizaciones, He de suponer que ustedes me reconocen como un hombre a quien nunca le ha llamado la atenci n el misticismo, o la santidad. Ni lo luminoso de una experiencia no-racional y no-sensorial. O un presentimiento, con centro principal e inmediato, fuera de mi identidad. Episodios de bilocaci n y percepciones extrasensoriales nunca he sufrido. Quiz s algo debe funcionar mal en mi cerebro, que me impide percibir el xtasis de la gracia y la comunicaci n sensible ultraterrena, como le ocurre a Agustina, la protagonista de esta novela. Joven madre de ojos bell simos que, angustiada por la condici n autista de su hija, decide escribir cartas a Dios, rog ndole por la sanaci n de su ni a. Y en la desesperaci n, al no recibir respuesta, le pide ayuda al autor de todas las enfermedades, el diablo. Quien toma la palabra y, a cambio de algo, se ofrece para sanar a la peque a. Por supuesto, terrible es lo que pide el diablo por el pago de la deuda. Se cree que el xtasis es otorgado a personas -y tambi n no solo a estas-, que han seguido una dura disciplina asc tica, de ayuno, soledad, oraci n, hesicasmo, humildad, trabajo, penitencia, mortificaci n, en introspecciones y mediante el seguimiento de una conducta intachable. El salto ciego y oscuro de fe, con la esperanza de que Dios se apiade de mi alma, buscando el inefable placer en la uni n, la quietud y paz interior, al punto de sentir que a mi esp ritu no le falta nada, nunca se ha producido hasta el momento.He vivido, viviendo, en m . No espero otra alta vida y todo lo que hago por otros me acerca m s a ellos. Cuando muera, tendr tiempo de saber si de verdad he muerto, sin tener que hacer un pacto tan cruel como el de Agustina. Eduardo Ren Casanova EaloEditorial Primigenios
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