Estaba atorada, deb a admitirlo. Para ser una persona tan espiritual como cre a que era, - y noten el gran nfasis en el cre a -, estaba dicho que no hab a escuchado las se ales que me hab an enviado desde el m s all ni tampoco hab a o do las del m s ac , ni a mi ngel de la guarda, ni el maldito horoscopo. Ninguna, non, nenhum, niemand, cero... Estaba claro que muchas veces la parte racional de mi cerebro acallaba esa otra parte con la que supuestamente...